Mascotas y niños constituyen un tándem perfecto. Las primeras enseñan a los segundos a ser más responsables, mejoran su autoestima y la integración familiar. Pero, ¿qué sucede con las personas mayores?

¿Obtienen los mismos beneficios al convivir con animales de compañía? La respuesta es sí. Mascotas y personas mayores forman también un buen equipo.

Los animales de compañía aportan ventajas a los ancianos a nivel físico y emocional. Así, sacar al perro a pasear estimula la realización de actividades físicas. Pero también el contacto y relaciones con otras personas que sacan a también sus mascotas.

Por otro lado, la convivencia entre mascotas y personas mayores ayuda a estas últimas a mantener unas rutinas diarias. Asimismo, les permite mantener ciertas responsabilidades, en una etapa caracterizada por la pérdida del trabajo.

Mejora la autoestima

En mayor o menor medida, todas las mascotas necesitan comer, asearse y que les preste atención. Estos cuidados hacen que la autoestima de las personas mayores aumente, porque les hace sentirse necesarias.

Por desgracia, muchas personas mayores viven solas, y sufren una falta de compañía y estímulos que puede derivar en depresión. La convivencia con una mascota puede paliar esta tendencia.

Y no sólo porque la compañía de estos amigos les permite mitigar el sentimiento de soledad. También estimula la comunicación, las muestras de afecto y –muy importante- les hace reír.

Está demostrado, además, que un gesto tan sencillo como acariciar una mascota relaja y disminuye los niveles de ansiedad. Y, consecuentemente, la necesidad de medicación en los ancianos.

De hecho, desde hace años hay centros para personas mayores que realizan actividades y talleres con animales de compañía, gracias a empresas especializadas.

Elegir la mascota apropiada

Para favorecer la convivencia entre mascotas y personas mayores, hay que pensar en cuál es el animal más adecuado. Los ancianos deben encontrar un amigo adecuado a sus necesidades y capacidades.

Los perros son una buena opción, pero necesitan muchas atenciones y ejercitarse a diario. Además, como sucede con las personas, sufren si se sienten solos o mal cuidados.

También hay que tener en cuenta que cuanto más joven es el animal, más activo será. En líneas generales, hay que buscar animales pequeños, cariñosos, pasivos y con buen temperamento.

Por su parte, los gatos requieres menos cuidados. Son limpios. Y no hay que sacarlos de paseo. Por eso son una buena elección para los ancianos con movilidad reducida. Otros animales aptos son los pájaros y los conejos.

Limitaciones de los mayores

A pesar de las ventajas, existe una serie de impedimentos que limita la convivencia entre mascotas y personas mayores.

Estamos hablando de un colectivo con problemas de salud, movilidad y con las limitaciones propias de la edad. Así, enfermedades como la artritis pueden complicar la rutina diaria de cuidar un animal. O puede haber riesgo de caídas, si tropiezan con él.

Otro problema son los financieros. Cuidar de una mascota –comida, vacunas,…- puede ser caro para un pensionista o una persona con pocos recursos. Asimismo, deben disponer del espacio necesario.

Las personas mayores, además, suelen tener miedo sobre el futuro que correrá el animal si ellos enferman o mueren. Y deshacerse de su compañero, si tienen que ir a una residencia o a vivir con un familiar, suele ser traumático.

Las soluciones deben buscarse en el ámbito familiar. Los hijos y/o nietos pueden encargarse de educar correctamente a la mascota, y de controlar su higiene y salud. También pueden asumir los gastos de alimentación y sanitarios.

Otra opción es que la mascota conviva con los jóvenes de la familia. Pero que durante unas horas al día esté en casa de abuelos.