La labor que desempeñan los perros-guía acompañando a las personas invidentes o con discapacidad visual que los necesitan, incrementando su movilidad, seguridad e independencia, es admirable. ¿Pero sabías que su ‘vida laboral’ es limitada y concluye, en el mejor de los casos, cuando cumplen entre 8 y 10 años? El motivo es que sus facultades y condiciones físicas disminuyen con la edad.

¿Y qué ocurre cuando llega la ‘jubilación’? En muchas ocasiones se quedan con las personas a las que han acompañado. Pero en algunos casos no pueden quedárselo porque necesitan otro perro y no cuentan con espacio suficiente, o por otra serie de razones.

En estos casos, estos extraordinarios animales vuelven a la escuela o entidad de la que proceden, que cuenta con residencias especiales donde reciben toda la atención que necesitan… y donde se abre la opción de la adopción para aquellas familias que los cuiden como se merecen. Porque no hay nada mejor para estos seres tan extraordinarios que convivir en un hogar y sentirse queridos hasta el final de su vida.

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En España, la Fundación ONCE del Perro Guía (FOPG) ofrece gratuitamente este servicio a las personas con discapacidad visual afiliadas a la organización que lo solicitan y cumplen determinados requisitos. Entre ellos, que sepa desplazarse con bastón de forma autónoma y que cuente con los medios económicos y la aptitud necesaria para asumir el cuidado y la atención del lazarillo. Además, verifica que esa persona necesita efectivamente el perro como medio de movilidad, y no como animal de compañía o de terapia.

No es rebelde

Adoptar un perro guía jubilado implica un enorme compromiso y la voluntad de seguir ofreciendo a estos veteranos los mejores cuidados y todo el cariño que necesitan tras una vida de exigente trabajo.

El perro lazarillo es un poco especial. Al hecho de que se trata de un animal adulto, que puede tener algún achaque o enfermedad propios de la edad, se suma el desgarro y desorientación que sufre por la separación.

Además, ha sido adiestrado para acompañar a un invidente, por cuya seguridad ha velado durante años. Por este motivo, puede manifestar alguna conducta ‘rebelde’ y desobedecer determinadas órdenes de su nuevo dueño si cree que éstas le ponen en peligro.

La situación más habitual es negarse a cruzar una calle si el tráfico no se ha detenido completamente. Puede impedirle, incluso, el paso. Paciencia: no trata de llevarle la contraria: ¡sólo de ponerle a salvo!

Familia de acogida

En muchas ocasiones, estos perros ‘jubilados’ son acogidos de nuevo por las familias que los criaron en su día como cachorros.

Se trata de otro programa de la Fundación ONCE del Perro Guía, en el que un particular colabora en la tutela de un perro guía durante su primer año de vida. La organización entrega a la persona interesada -dentro de la Comunidad de Madrid- un cachorro para que lo cuide y le enseñe las pautas básicas de obediencia y, sobre todo, a estar tranquilo y a portarse bien en los espacios públicos.

El voluntario debe acogerlo desde los dos meses hasta que cumple el año, en el que regresa a la Fundación para completar su entrenamiento. Ésta ofrece el asesoramiento y formación necesarios, y sufraga los gastos de alimentación, cuidados clínicos y residencia del cachorro.

En ambos casos –la adopción de un perro guía retirado y su acogimiento cuando es un cachorro- se precisa paciencia, tiempo y mucho, mucho, mucho cariño. ¿Te animas?