El fallecimiento de una mascota es un momento triste para los que convivimos con ella. Pero que debemos afrontar tarde o temprano y para el que tenemos que estar preparados.

Aunque no nos guste pensar en ello, si sabemos qué debemos hacer, no sumaremos problemas innecesarios a un momento complicado. Además, no podemos descuidar a un amigo al que hemos mimado y querido tanto.

En casa

Cuando el fallecimiento de una mascota tiene lugar en la clínica veterinaria, ésta puede hacerse cargo de los restos. Pero si el animal muere en casa, tendrás que hacerlo tú y manejar el cuerpo adecuadamente.

Por mucha pena que sientas, es importante que te deshagas de los restos lo antes posible.

No es agradable, pero el cuerpo del animal comenzará a descomponerse rápidamente. Y además de desprender un olor desagradable que impregnará toda la vivienda, atraerá a los insectos. Con temperaturas altas, el proceso se acelerará.

Llama a un familiar o a un amigo si no te sientes con fuerzas para acometer solo esta tarea. O si necesitas que se encarguen de los niños.

Ponte guantes de látex para manipular el cuerpo. Usa toallitas de bebé, si tienes que limpiarle la boca o el ano en caso de que se liberen fluidos. Y coge también una bolsa para tirarlas.

Envuelve el cadáver en una sábana o una manta, colocándolo de lado –será más fácil manejarlo-, y mételo en una bolsa de plástico grande y resistente. Anuda y emplea alguna bolsa adicional más.

Coloca después una etiqueta con tu nombre y el del animal. También puedes usar un rotulador permanente.

Incineración o entierro

El siguiente –e inmediato- paso es llamar a un veterinario. La clínica se encargará de conservar el cuerpo mientras se hace cargo del mismo un servicio especializado.

También puedes avisar a una funeraria local para mascotas. Y algunos Ayuntamientos tienen servicios de recogida de animales muertos que pueden emplear particulares. En caso de tener un seguro para perros, este servicio estará incluido.

Otra cuestión a tener en cuenta ante el fallecimiento de una mascota es que pueden ser enterradas o incineradas. Pensarlo con antelación te evitará tomar una decisión dolorosa en un momento delicado. Ambos procedimientos se llevan a cabo en lugares específicos, habilitados para ello.

Las incineraciones gestionadas por las clínicas veterinarias y los Ayuntamientos son colectivas y no se entregan las cenizas del animal. Si quieres conservar las cenizas, tienes que recurrir a una funeraria privada desde el primer momento.

Las incineraciones colectivas cuestan en torno a los 50 €. Las individuales son más caras, pero cada vez están más solicitadas. Sobre todo para perros, gatos, aves y hurones.

Los entierros también están gestionados por empresas privadas. Se encargan de la recogida en domicilio y en clínica. Y te permiten elegir el ataúd, un epitafio y la reserva de un sitio en un cementerio para animales, para que puedas ir a visitar la tumba cuando quieras.

Las tumbas pueden costar entre 200 y 6000 euros. El Último Parque (Arganda del Rey, Madrid) es el cementerio de animales más grandes de España y da cobijo a cerca de 4.000 mascotas.

Otras cuestiones

Cuando se produce el fallecimiento de una mascota, no es aconsejable enterrarla en el jardín o el campo.

Ya hemos dicho que el cadáver se descompone rápidamente, con la consiguiente aparición de bacterias. Éstas pueden contaminar la tierra y el agua y provocar graves problemas sanitarios. Por no hablar de que otros animales –e incluso niños- pueden desenterrarlo e intoxicarse.

Sea cual sea la opción elegida, recuerda que en el caso de los perros es obligatorio dar de baja el microchip. Si el veterinario se está encargando del servicio, puede realizarlo directamente.