Los gatos callejeros forman parte del paisaje de muchas ciudades. E, incluso, del atractivo turístico, como sucede en algunos rincones de Roma, por ejemplo. No obstante, la superpoblación está provocando problemas medioambientales y sanitarios. Y obligando a los responsables municipales y colectivos a tomar medidas.


Muchos gatos callejeros son antiguos gatos domésticos, abandonados o perdidos, que regresan a un cierto grado de estado salvaje. Se agrupan en colonias, al aire libre o en inmuebles abandonados. Y se reproducen a gran velocidad, gracias a su fertilidad y a la capacidad de las hembras para finalizar su embarazo.

Abandono y maltrato en la calle

Por lo general, estos animales no cazan. Algunos buscan comida en contendores –de un restaurante, por ejemplo-. Pero la mayoría tiene un cuidador. Una persona que les deja comida una o varias veces al día, en el mismo punto. Es más. Sin esta asistencia, su vida sería más corta.

Nos encontramos, por tanto, ante una situación paradójica. Frente a los cuatro millones de gatos domésticos que hay en España, con una esperanza media de vida de 15 años, otros malviven en circunstancias penosas no más de 5 años. Ignorados, víctimas de gamberradas, sufriendo enfermedades o muriendo de inanición… O por un cruel e inhumano envenenamiento.

E independientemente de lo que pensemos los dueños de los primeros sobre el abandono y maltrato de animales, lo cierto es que existen cuestiones de bienestar animal, salud pública y seguridad que es preciso aunar y gestionar.

Adopción y alimentación

¿Qué soluciones podemos plantear? La primera que nos viene a la cabeza es la adopción. Pero no es factible.
Los gatos callejeros –también llamados ferales, que no han sido socializados, o comunitarios, puesto que forman parte de la comunidad- son difíciles de domesticar cuando son adultos. Sobre todo las generaciones que se han criado fuera de un hogar humano, sin contacto regular con personas.

El objetivo es, por lo tanto, que continúen viviendo en la calle. Pero no como animales sucios y enfermos, sino disfrutando de buena salud y alimentados de manera controlada.

Sobre esta última cuestión, los Ayuntamientos están aplicando medidas para controlar la figura del alimentador. En Cáliz, por ejemplo, el pleno ha aprobado un procedimiento para solicitar el carné de alimentador de gatos. La decisión está consensuada con protectoras de animales y vecinos que cuidan y alimentan las colonias de la ciudad. La idea es entregar hasta 40 permisos.

Captura, esterilización y suelta

Otro aspecto en el que se está avanzando –afortunadamente- es la alternativa a la captura y sacrificio de estos animales.
En este sentido, el método CES se está extendiendo como el único aceptable para gestionar las colonias de gatos. Este programa consiste en CAPTURAR a los felinos sin dolor, llevarlos al veterinario para que sean ESTERILIZADOS y marcados, y SOLTARLOS en su colonia de origen.

De esta manera, la población de gatos se reduce. También se evitan maullidos, olores, peleas y otros problemas causados por gatos no esterilizados. Y se mejora la salubridad de la zona al eliminar los marcajes territoriales de orina.

Hay que tener en cuenta que la aplicación de este método solo puede realizarse movilizando a las asociaciones, voluntarios y personas que cuidan las colonias. Un colectivo que no se implicaría, ofreciendo su esfuerzo y cuidados, si el fin de los animales fuera el sacrificio.